Hace dos mil años, unos aborígenes de las islas Canarias subieron hasta el Roque de los Muchachos, a 2.396 m de altitud, convirtiendo a este lugar en uno de los primeros observatorios astronómicos del mundo: desde aquí miraban el cielo descubriendo fenómenos cíclicos como el movimiento de los planetas y las galaxias, la posición de las estrellas y los cometas. El cielo estaba limpio sobre las turbulencias, barrido por los vientos alisios. Hoy, en esta misma cima, los científicos del Instituto de Astrofísica de Canarias estudian los cuerpos celestes desde el telescopio más grande del mundo: el Grantecan.Sus espejos permiten zambullirse en las profundidades del universo y capturar la luz proveniente de un tiempo y un espacio remotos que ya no existen, pero que nos sirven para resolver algunas de las preguntas más importantes para la Humanidad. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Estamos solos en la galaxia o acompaña-a-dos? – por lo menos así lo cantaba Julián Hernández con Siniestro Total
